28/5/06

La reseña de X-Men 3 o empezaron las mentiras y el desfile de mutantes.

El viernes pasado por la tarde me fui a ver X-Men 3: Last Stand con un parche de fábula (mi mujer, dos indios de la India y un deportista belga) a uno de estos Cinemas en la mitad de la nada que parecen la entrada a un Motel en domingo. Antes de cualquier cosa debo decir que me gustó y que vale la pena verla tanto para los aficionados al cómic como para los que no lo son. Claro que si usted no se ha visto las dos anteriores y ni tiene a nadie con la paciencia suficiente para explicarle la carreta de los mutantes ni una afiliación a un alquiler de videos, absténgase. Pero lo cierto es que la película no es mala y uno se la disfruta de principio a fin con todo y que la claridad visual de Singer hace mucha falta. Brett Ratner más que un director es un contratista del entretenimiento que responde a las necesidades del proyecto con las herramientas más típicamente hollywoodenses.

No voy a ahondar en el argumento de la película porque si ya se la vio, qué bobada y si no se la ha visto o no piensa hacerlo, por lo menos no le habré dañado ese festivo dentro de cinco años cuando algún canal la presente como estreno de temporada. Básicamente, parte de la idea de que se encontró una cura a las mutaciones que tantas alegrías nos han traído a los freaks del mundo. Ante la posibilidad de acabar con el problema de los homo superiores de raíz, surgen un sin número de reacciones que se chocan en una serie de peleas casi tan espectaculares como gratuitas. Así, Magneto inexplicablemente levanta por los aires el Golden Gate para llevar a su ejército al lugar de la batalla. Sí a eso le sumamos la adaptación que se hace de la legendaria Dark Phoenix saga, quedamos “taquiados” de efectos.


Incluso la intensidad efectista también se presenta a nivel argumental. Los personajes que Brian Singer nos presentó con la habilidad suficiente como para que nos encariñáramos con ellos, son masacrados como patos de pistola de Nintendo. No es por dañar la fiesta pero hay bajas importantes aunque los últimos minutos de la cinta son fundamentales y hay que poner mucha atención. De hecho, es importante quedarse hasta el final de los créditos porque aunque el mismísimo título de la película la presenta como el final de la trilogía, se dejan todos los cabos sueltos para armar una cuarta entrega. Se nota que hambre obligó a los siempre dispuestos ejecutivos de Hollywood a reconsiderar la idea de “solo una trilogía” y viendo que a pesar de tantos gazapos, Lucas logró mamarnos gallo con su “Guerra Amenaza del Sith”, pues ellos también quieren ponerle extensiones a la franquicia. Al mejor estilo de Café o Betty la fea o V: La Batalla Final o tantas otras, nos extendieron el guión para sacarle hasta el último gramo a la gallina de los huevos de oro. En otras palabras, empezaron las mentiras. Claro que como dice Gary Susman del Phoenix, yo, en mi condición de x-freak, feliz.

Esta película me hizo acordar mucho del estilo de dibujo de Jim Lee y sus secuaces cuando las historietas de los X-Men se volvieron una recicladera de conceptos viejos con ilustraciones descrestadotes. Yo soy de la escuela que dice que a Chris Claremont, el señor al que realmente de debemos la serie como la conocemos ahora, se le acabaron cinco o seis años antes de su primer retiro en 1990 y pico. Después los mutantes y sus seiscientos títulos se han mantenido a punta de la repetición de la repetidora. Con X-Men 3 pasa lo mismo. ¡Arrrrrrgggghhhhrrr, Rsho-Rsho!

Kelsey Grammer es un gran atractivo de la cinta. Sobre todo para los que siempre nos hemos preguntado por el aspecto retrechero del Monstruo Come Galletas. ¡Uff, qué papelón!



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