A las 7:00 am, nos vino a recoger Erin para ir hasta el aeropuerto de Bastan. 14 horas después estabamos saliendo de la chichonera de El Dorado con las maletas a cuestas y una cara de satisfacción total. No hemos comido ajiaco, no me he fumado un cigarrillo (lo dejé cuando llegué a EEUU), no nos hemos hastiado a punta de empanadas con jugo, no nos hemos pegado el septimazo porque a qué horas pero ya desde la víspera, Calambia, que por fin se volvió a llamar Colombia como debe ser, ya nos daba la bienvenida. Desde el contraste entre el vuelo interno Boston-Atlanta (con su parada del demonio en Ohio) y el de Atlanta-Bogotá, se empezaban a sentir pasos de animal tricolor. Yo no sé si esto se convirtió en una atracción turística especialmente diseñada para darle a los visitantes algo de que hablar en los blaghs pero, sin dudarlo un segundo, justo cuando aterrizó el avión los viajeros se unieron en una ronda de aplausos como de 1985-Plan 25-San Andrés.
Igual ya desde la previa se sabía que íbamos para la casa porque como si todos los coterráneos tuviéramos un relojito interior de la chiripiorca en la mitad del vuelo empezó un ambiente como de desespero general, como de "ya me duelen las piernas, esto está muy largo, vamos a pasear o a charlar o a hacer algo distinto que me cansé". El avión en pleno parecía la carrera 13 en navidad y lo único que faltaba eran los frenones de buseta. Por fuera de la observación de "es que el colombiano esto o aquello", el otro detalle de lujo del vuelo fue que la película de abordo, que bien habría podido ser la Brandelinada de turno, fue nada más y nada menos que Little Miss Sunshine que es muy favorita de esta casa.
Son las 6:30 de la mañana y es bonito saber que afuera no hay ni riesgo de que caiga nieve. De hecho, tengo la extraña sensación de que la ciudad no es realmente fría porque hablando en serio 13 grados es una bendición cuando se compara con Worcester por estos días. Ahora solo queda empezar a verse con los amigos:
viaje, colombia, hogar, regreso, cine, navidad
Igual ya desde la previa se sabía que íbamos para la casa porque como si todos los coterráneos tuviéramos un relojito interior de la chiripiorca en la mitad del vuelo empezó un ambiente como de desespero general, como de "ya me duelen las piernas, esto está muy largo, vamos a pasear o a charlar o a hacer algo distinto que me cansé". El avión en pleno parecía la carrera 13 en navidad y lo único que faltaba eran los frenones de buseta. Por fuera de la observación de "es que el colombiano esto o aquello", el otro detalle de lujo del vuelo fue que la película de abordo, que bien habría podido ser la Brandelinada de turno, fue nada más y nada menos que Little Miss Sunshine que es muy favorita de esta casa.
Son las 6:30 de la mañana y es bonito saber que afuera no hay ni riesgo de que caiga nieve. De hecho, tengo la extraña sensación de que la ciudad no es realmente fría porque hablando en serio 13 grados es una bendición cuando se compara con Worcester por estos días. Ahora solo queda empezar a verse con los amigos:
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