1/3/07

Se acabaron Los Eternos.

Ayer salió el último número -7- de The Eternals, la mini-serie que Neil Gaiman escribió para Marvel a partir de los conceptos planteados por Jack Kirby en una revista homónima durante los años setenta. Este título parecía estar destinado a ser uno de los mejores cómics del año pasado porque además de tener a uno de los guionistas más importantes del medio contaba con la participación de John Romita Jr quien seguramente la haría un homenaje muy a su estilo al legendario Kirby. Pero nunca pasó y muchos se quedaron con los crespos hechos, entre ellos, yo. Los primeros dos números prometían una historia relativamente interesante en la que las reencarnaciones actuales de esta raza de héroes antiguos empezaban a descubrir sus poderes a medida que sus destinos se entrelazaban y un peligro apremiante despertaba bajo la tierra. Hasta ahí la cosa iba más normal de la cuenta para los estándares de Gaiman pero por lo menos era una promesa de que algo bueno podía estar por venir.

Lastimosamente, cuando la trama se fue desenvolviendo, empezó a ser cada vez más claro que el palo no estaba ni siquiera para cucharas azucareras. Ya para el número 5, las perspectivas eran terribles. A las faltas en la historia se sumaron secuencias, dibujos y tintas -a cargo de Danny Miki y Townsend- compitiendo a ver cual era capaz de aportar la solución más trillada, aburrida o simplemente somnolienta. Kirby creó estos personajes como una manera de expandir sus horizontes creativos después de haber pasado toda su carrera sometido a los intereses económicos de las grandes compañías. Por primera vez en mucho tiempo, El Rey pudo tomar la delantera y crear una serie en la que su extraordinaria visión no estaba siendo explotada para arrebatar mesadas sino para decir algo interesante y hermoso. Este mismo espíritu fue el gran ausente de la nueva versión aunque su última entrega tiene sus momentos.

The Eternals me sacó la piedra por ahí en el número 5 o 6 porque la historia parecía congelada en "Lo Mismo de Siempre": peligro inminente, invasión de bárbaros interdimesionales y un letargo desesperante. Cuando apareció Iron Man para tratar de integrar la historia en la continuidad del universo Marvel y su blockbuster-comic Civil War, todo parecía perdido. La seguí comprando por la misma razón por la que los hinchas de Santa Fé se dañan los dedos diciendo "¡este año, SÍ!". Lo más extraño es que la portada del número 7 es de las mejores de toda la serie. De hecho, el dibujo en algunas secuencias de peleas y actos sobrehumanos intenta jugar con los elementos narrativos de Kirby y de la Edad de Plata de Marvel en general. Ademas, los espacios son mucho más interesantes que antes: definitivamente, Olimpia, la ciudad de los Eternals, o incluso un sencillo paisaje ártico son mil veces más interesantes que un prado con cielo rojo. De igual manera, la historia tiene sus momentos bacanos como la conversación entre Zuras y Sprite, quien hace de villano en este caso que tiene un desenlace dramático bien logrado. De igual forma, el daño ya estaba hecho y era imposible levantar el nivel de la mini serie en este punto.

Vamos a ver que vendrá porque el final deja la posibilidad de continuar la serie más abierta que cuchitril del centro en Ley Seca. Por lo pronto, el trade sale en mayo. En cuanto a Gaiman, no sé que se anime a hacer en cómics después de esto porque si bien es un nombre que todavía puede vender cualquier cosa, sería preferible que siguiera haciendo novelas hasta que se le ocurra algo que de verdad lo apasione. Es un poco como los chistes que echó Jerry Seinfeld en los Oscars, que eran tan absolutamente idénticos a los que contaba hace diez años que más que risa daba como lástima. Más en esta versión traducida en simultanea que pongo a su disposición.



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