
Así, desde antes de que empezara el otoño del 2005 se empezó a abonar el terreno para la maxiserie Civil War que si bien está compuesta por tan sólo siete entregas, afecta todos los títulos de la editorial haciendo que seguir la historia completa implique comprar más de cuarenta revistas.

Así que llegó el miércoles 21 de junio. Por cosas de la vida fui a parar a mi tienda de cómics más cercana. Me compré Civil War 2, ya tenía la 1 pero me estaba reservando los comentarios, y The Eternals 1, fresquiticas recién saliditas. Para el público en general debo aclarar que acá el negocio es tan organizado y los lectores son tan juiciosos que todos los miércoles se lanzan todas las revistas de la semana y por lo tanto la gente suele ir únicamente esos días.
En el caso de Civil War la expectativa era bien importante porque la historia había llamado la atención de los periódicos. Básicamente, en este “evento” se produce una división en la “comunidad superpoderosa” (no es un chiste mío, así lo denominan) entre quienes apoyan una iniciativa para registrar a todos los superhéroes y quienes prefieren mantener el anonimato.

Con esto no quiero decir que Linterna Verde, Batman, Superman y Xavier sean unas peras en dulce. Todo lo contrario, los problemas a los que me refiero están muy presentes en las versiones que menciono. Lo que me molesta de la propuesta de Millar es que a pesar del tema, él quiere insistir en mantener intacto el lado positivo e intachable de los personajes. Como que Moore, Miller, Morrison, Shuster, O’Neill y hasta Whedon, se cagaban en el discurso del superhéroe pero en Civil War todos son tratados como verdaderos héroes y eso me parece una tontería. Es un poco como querer reducir una guerra, digamos en Iraklandia, al valor y el sacrificio de los individuos que la luchan, sin hablar del contexto político y de los intereses creados. Un poco, mucho. Me deja un pésimo sabor de boca la tal Civil War porque comprueba una vez más los tiempos que vivimos y el tipo de estupidez post-Simpsons que nos tragamos todos los días en la que la conciencia de las convenciones y de las costuras de los medios no nos hacen más críticos de sus contenidos.

En el lado sabrosón vale la pena decir que al final del número dos, Spiderman le revela al mundo su verdadera identidad. Su presenta como Peter Parker y supuestamente tenemos que quedar boquiabiertos. Pero creo que este ha sido el peor secreto de la historia del universo Marvel porque por lo menos cada años un familiar y un villano se enteraban del chisme. Además, le inventaron un nuevo traje que en términos de estrategias publicitarias no puede ser más ramplón. Sobre The Eternals prefiero hablar cuando salgan más números y se vea para dónde va. Hasta ahora puedo decir que me gustó la presentación, que la dupla Romita Jr – Gaiman tiene que acoplarse mejor porque tienen secuencias como disparejas, y que todo se ve demasiado profesional, al punto de que la estructura del guión parece de los tiempos de Stan Lee y Jack Kirby. Vamos a ver qué pasa…

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