"Asterios Polyp" de David Mazucchelli.
Si tuviera unos añitos más creo que le hablaría de esta novela gráfica a la gente de la fila del supermercado, en los buses y en los parques. Pocas obras recientes me han puesto tan intenso, prueba de ello son las incontables referencias que hice de la novela gráfica en cuento coloquio, charla o correo electrónico pude. Las razones abundan:
-Mazzucchellli es uno de los dibujantes que mejor maneja la sintaxis narrativa de la imagen. Es uno de esos artistas que construye mundos visuales con una claridad y una economía de información que es sencillamente asombrosa. No necesita sobre valorar la imagen con técnica "que se note" porque tiene la capacidad de comunicar mundos en las cuatro dimensiones de una manera contundente.
-También me gusta porque es un novela gráfica ambiciosa sin ser pretenciosa (o por lo menos tan pretenciosa como yo, así que no me doy cuenta). El personaje principal de Asterios, un arquitecto que es la quintaescencia del estructuralismo, y su lucha contra las contingencias del mundo real es una premisa que cuando se explora desde el cómic adquiere nuevas proporciones: un cosa es tratar este tema en prosa o en una película y otra muy distinta es abordarlo desde la imagen narrativa porque se convierte en un exploración de las propiedades semánticas de los gráfico y el lenguaje secuencial. Si bien se trata de un argumento sencillo, Mazzucchelli logra convertirlo en un viaje por el arte y la forma como sus distintas expresiones reconstruyen e inventan la realidad. Algunos críticos han llamado la atención sobre el hecho de que los personajes son estereotipados y predecibles. Yo creo que se trata, en cambio, de personajes que son la materialización de diferentes espíritus, de formas distintas de pararse en el mundo. Esta no es un obra que dependa de los giros narrativos, por el contrario se trata del discurrir de varios discursos de nuestro tiempo, de cómo interactúan y se co-construyen.
-Además, me gustan las novelas gráficas que, desde la perspectiva del cómic alternativo (que ya no lo es tanto), aborda temas explícitamente ficcionales y se salen de lo autobiográfico. Creo que es importante utilizar las convenciones que han explorado los autobiográficos pero para crear mundos desde cero porque no solo de la historia personal vive el hombre y con el tiempo la dependencia de la realidad se puede volver una carga.
Otra lecturas destacadas del año que pasó (no están en orden):
The Photographer de Emmanuel Guibert y Didier Lefevre. Guibert es un creador que explora como pocos las diferentes formas como el cómic puede representar la memoria. En este caso, pone al arte secuencial a dialogar con la fotografía para contar una visita a Afganistán del fotógrafo Didier Lefevre en lo años ochenta. Una verdadera joya.
Genesis de Robert Crumb: Tal vez la novela gráfica más ambiciosa de todos los tiempos, nada más y nada menos que la adaptación del génesis al cómic por uno de los grandes maestros. Siempre será refrescante leer versiones de los libros sagrados que no lo toman como palabra divina sino como un texto humano, lleno de contingencias, contradicciones y arrebatos. Crumb hace una lectura que al mismo tiempo que le quita ese hálito de reverencia y fe, logra ser absolutamente respetuosa y, muy a su manera, fidedigna. ¿Cómo no celebrar un cómic que lo pone a uno a releer a Northrop Frye?
A Drifting Life de Yoshihiro Tatsumi: El creador del gekiga es mi maestro. Todas sus reflexiones y perspectiva narrativas parecen hablarme al oído. Este mamotreto en el que Tatsumi narra sus años de formación como artista es simple y complejo al mismo tiempo. Se trata de una reconstrucción autobiográfica que se abstiene de circunscribirse a la estructura de los hitos. Por el contrario, nos muestra la vida del autor tal y como se siente, como una serie de movimientos lentos, de planes revueltos con expectativas y frustraciones, con sorpresas, con engaños, con distancias, con amistades y con mucho trabajo. Tatsumi no se conforma con mostrarnos sus años de exploración estética, nos pone en sus zapatos para sentir cada instante.
¡Feliz 1978 para todos!
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