Como de costumbre, le eché una mirada a la programación de eventos sobre cómics en Gringolandia sin muchas esperanzas de encontrar algo geográfica y económicamente cercano. Todas las charlas interesantes pasan o en Nueva York o en California o en sitios tan X como Worcester pero a kilómetros -quiero decir, millas- de distancia. Mientras escroleaba la lista, mis ojos se encontraron con dos palabras claves que me llevarían a encontrarme con uno de los tipos que más me han influenciado como lector y como creador de historietas: Providence - Pekar. Dejé me mover la ruedita y confirmé la información, el viernes 13 de abril, Harvey "American Splendor" Pekar estaría dando una charla en la Universidad de Brown (que queda en Providence, por si acaso). Todo esto gracias a una serie de eventos que rodean la publicación de las memorias del moviemiento estudiantil sesentero SDS (Students for Democratic Society) con guión de Pekar y del interés general que esta institución le está prestando al arte secuencial (hace unos meses tuvieron a Jaime Hernández pero no pude ir porque estaba en Colombia). A pesar de que tuve que desbaratar la casa buscando un ejemplar de American Splendor, el viernes pasado volví a mi casa con la revista firmada y una sonrisa de oreja a oreja.
Con el amigo Mario, agarramos para el evento unas dos horas antes de que empezara. El camino entre Worcester y Providence es corto así que llegamos con tiempo de sobra. Mientras esperábamos en el auditorio, entró una figura envuelta en un abrigo de invierno naturalmente ordinario del que sobresalía un cráneo brillante rodeado por unos mechones desordenados de pelo blanco ensortijado luchando por sobrevivir. Era Harvey Pekar. Después de las presentaciones de turno, cuando fue su turno de tomar el estrado, se deshizo del sleepingbag con mangas para revelar una humanidad tan coherente con las imágenes de los cómics y la película que la confusión entre la realidad y la ficción ya se estaba poniendo asustadora. Lo único que me hacía pensar que todavía estábamos en la "realidad" era que a diferencia del choque entre Reed Richards y su doble de anti-materia o de Marty McFly desapareciendo durante el solo de guitarra, el orden del espacio tiempo seguía intacto. La imagen de Harvey contado su historia una vez más, como lo hizo en las versiones de American Splendor, fue algo así como Don Quijote visitando la imprenta en el segundo libro. Mejor dicho, la felicidad completa.
No en vano cuando pude intercambiar unas palabras con él, en la recepción con comida gratis -Go, Brown!- que siguió a la charla, tuve la sensación de que el colombiano comiquero en fijack de lana obsesionado con que Pekar mencionara a Flaubert no era yo. Era un personaje metido en un cómic corto traducido al inglés que después de darle la mano a uno de sus autores favoritos iba a concluir con una frase absolutamente concluyente sobre el quehacer secuencial... (quitó los ojos de la pantalla mientras se rascaba detrás del lóbulo de su oreja izquierda)...
Después fuimos a comprar café y unos penbrushes cerca de Brown. De vuelta a Worcester seguimos a un carro exactamente igual al de Mario por unas cuantas millas. Cuando tomé la primera foto, el flash dejó ciego a Harvey Pekar y en la segunda estaba dándonos un ejemplo de los bocetos de sus cómics por pedido de un miembro de la audiencia. Como para no romper la lógica circular del evento, dibujó a un hombre pidiéndole que dibujara el boceto.
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Con el amigo Mario, agarramos para el evento unas dos horas antes de que empezara. El camino entre Worcester y Providence es corto así que llegamos con tiempo de sobra. Mientras esperábamos en el auditorio, entró una figura envuelta en un abrigo de invierno naturalmente ordinario del que sobresalía un cráneo brillante rodeado por unos mechones desordenados de pelo blanco ensortijado luchando por sobrevivir. Era Harvey Pekar. Después de las presentaciones de turno, cuando fue su turno de tomar el estrado, se deshizo del sleepingbag con mangas para revelar una humanidad tan coherente con las imágenes de los cómics y la película que la confusión entre la realidad y la ficción ya se estaba poniendo asustadora. Lo único que me hacía pensar que todavía estábamos en la "realidad" era que a diferencia del choque entre Reed Richards y su doble de anti-materia o de Marty McFly desapareciendo durante el solo de guitarra, el orden del espacio tiempo seguía intacto. La imagen de Harvey contado su historia una vez más, como lo hizo en las versiones de American Splendor, fue algo así como Don Quijote visitando la imprenta en el segundo libro. Mejor dicho, la felicidad completa.
No en vano cuando pude intercambiar unas palabras con él, en la recepción con comida gratis -Go, Brown!- que siguió a la charla, tuve la sensación de que el colombiano comiquero en fijack de lana obsesionado con que Pekar mencionara a Flaubert no era yo. Era un personaje metido en un cómic corto traducido al inglés que después de darle la mano a uno de sus autores favoritos iba a concluir con una frase absolutamente concluyente sobre el quehacer secuencial... (quitó los ojos de la pantalla mientras se rascaba detrás del lóbulo de su oreja izquierda)...
Después fuimos a comprar café y unos penbrushes cerca de Brown. De vuelta a Worcester seguimos a un carro exactamente igual al de Mario por unas cuantas millas. Cuando tomé la primera foto, el flash dejó ciego a Harvey Pekar y en la segunda estaba dándonos un ejemplo de los bocetos de sus cómics por pedido de un miembro de la audiencia. Como para no romper la lógica circular del evento, dibujó a un hombre pidiéndole que dibujara el boceto.
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2 comentarios:
Hace poco ví una película de Harvey Pekar en Cinemax, y hasta ese momento no tenía ni idea de quién era ese tipo; la película se llama "American Splendor" (por supuesto). En este momento no tengo la programación, pero estoy seguro de que la van a repetir. Por si le interesa...
Esa pel'icula es mi adaptaci'on de c'omics al cine favorita. Es incre'iblemente inteligente y por no quedarme corto... perfecta.
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