4/1/11

Bakuman Matata

En la eterna y extensa lista de espera estaba Bakuman de Tsugumi Ohba (guión) y Takeshi Obata (dibujo), el equipo creativo detrás de la archiconocida Death Note. En esta ocasión, se trata de un recorrido por la temprana carrera de una pareja (dúo) de autores de manga que sueñan con convertirse en mangakas profesionales. Hace unos días conseguí el primer tomo de la versión en inglés editada por Viz Media. 200 páginas después no creo que siga la serie, aunque está dibujada y escrita correctamente, y, el tema de la industria japonesa de cómics es muy interesante, tengo discrepancias profundas con la concepción que presenta de qué significa crear cómics y hacer de ello una profesión. 


La formula detrás de Bakuman se expresa, como en los mangas mejor aceitados, en  la contraportada: al mismo tiempo que el lector descubre y se involucra con la historia aprenderá los secretos del mundo del cómic japonés para, ÉL también, convertirse en un creador de manga. Y digo "ÉL" porque ésta es una obra que claramente está dirigida al público masculino: sus espacios e imaginarios se apoyan en la figura recurrente del Club de Chicos donde las mujeres son la disculpa o la justificación para que los protagonistas crezcan y reluzcan. Esta masculinidad exacerbada es bastante común en la industria japonesa que depende en gran medida de la división hombre/mujer (Shonen/Shojo). Digamos que ahí ya hay un elemento opuesto a mí concepción personal del arte secuencial como un espacio de diálogo diverso y no como una sucesión de cajas aisladas. El cómic, o mejor el uso que yo pretendo hacer de él, apunta a convocar muchos tipos de lectores aunque esto redunde en perder credibilidad y viabilidad comercial (Para esa gracias prefiero dedicarme a editar revistas culturales para políglotas o mejor a ser cajero de banco). 

Por encima de lo anterior, mi verdadera objeción a la obra proviene de qué entiende por comiquero. En Bakuman, dedicarse a la historieta significa ser el mejor en un modelo de producción masivo industrializado, en otras palabras, ser el empleado del mes en Shueisha o, para que me entiendan los encapotados, Marvel Comics. Entonces, me pregunto: salvo la diferencia en capacidades o estudios, ¿qué diferencia a un comiquero profesional de un gerente? Yo sé que el desarrollo de habilidades artísticas es uno de los grandes retos de la creación de cómics pero lo que más me importa es qué hace un autor con esas habilidades: algo así como todo lo que diferencia a Art Spiegelman de Alex Robinson (o para estar a la moda de la cultura geek, John Buscema).


De hecho creo que uno de los temas claves del momento actual del cómic mundial pasa por repensar la relación entre técnica y contenido. Por años, la profesión de historietista estuvo definida por un manejo cada vez más depurado de los requerimientos técnicos (algo así como ser Andrew Loomis reencarnado). Pero creo que hoy en día las historietas que realmente han atraído nuevos lectores se producen a partir de un replanteamiento del lenguaje gráfico. No se trata de repetir el canon y las reglas de una industria sino de construir un código propio, personal e intransferible de representación. Lo anterior, como es de esperarse, no aparece por ningún lado en Bakuman. Por el contrario, Ohba y Obata nos exponen a una sucesión de retos y tareas que, como los 12 pasos de AA o cualquier torneo de lucha libre, convertirán a Akito y Moritaka en verdaderos campeones de las viñetas. Los cómics según este servidor son mucho más simples y complicados.

4 comentarios:

GatodeSchrödinger dijo...

Es cierto que he seguido de manera inconstante la serie Bakuman, sin embargo no puedo dejar de sentirme obligado a expresar mi punto de vista y es que me parece que si bien tus comentarios son acertados creo que pasan por alto el contexto en el que se desarrolla la obra, o más bien el contexto en el que se produce la obra. Por más que intentemos ver al manga como el equivalente nipón de nuestras historietas, debemos aceptar que es un fenómeno que se produjo en un contexto muy íntimo y que por una u otra razón hoy nos llega como un hecho masivo... Quizá es cierto que la labor del historietista se muestra como una actividad de producción pero es que creo que ese es el ritmo propio del manga, es justo lo que hace que sea manga y no bande dessinée o cómic.

Pablo Guerra dijo...

Hola, Gato.
Nada como sentirse obligado a expresar lo que uno piensa. Eso me pasó a mí cuando leí Bakuman porque más allá de aprobar o rechazar su calidad, siento que reproduce un modelo terriblemente estricto y limitado de creación. No estoy de acuerdo con la forma como responde a las preguntas de ¿qué significa ser un creador de cómics? y ¿para qué se hace ese oficio?

Es cierto que el contexto japonés de producción es muy diferente al nuestro pero al mismo tiempo veo revistas como Garo o Ax, autores como Taiyo Matsumoto o Moyoco Anno o el mismísimo Tatsumi y pienso que hay otras maneras de abordar la creación de cómics (mangas, comic-books, BD, lo que sea). De hecho, este mismo comentario lo podría hacer sobre el último número de Linterna Verde o de Black Sad, lo que pasa es que en el caso de Bakuman se habla explícitamente del oficio.

Gracias por tu comentario.

GatodeSchrödinger dijo...

Bueno, so pena de pasar por veleidoso, no estoy en desacuerdo con usted; la creación de historieta es artística en tanto literatura y en tanto pintura o generación visual -gráfica, solo que igual pienso que Bakuman es un ejemplo de una visión hiperpragmática y quizá existencialista (que no me pegue un filósofo) de la historieta. No obstante me queda sonando su opinión respecto a Linterna Verde y Black Sad, puedo asumir (sin generalizar) que el género ha tenido un reciente declive?

Pablo Guerra dijo...

Para mí, las propuestas tradicionales de historieta comercial han perdido relevancia. Yo creo que los cómics tienen toda la capacidad y el derecho de ser interlocutores culturales de las sociedades que los producen y los disfrutan. Pero me parece que las grandes editoriales, esos nombres que suenan a infancia y juventud, se quedaron atados a fórmulas funcionales que les aseguran sobrevivir pero no crecer ni mucho menos reinventarse.