RESEÑA
All-Star Superman #3.
Morrison/Quitely.
DC Comics.
Una revista que fue nombrada como la mejor del año un mes antes de ser lanzada y que después de sólo tres números está nominada al Eisner a mejor mini-serie, es una apuesta a ojo cerrado, uno de esos cómics que tiene que gustarte. No sé si me estoy agringando mucho o si soy una víctima más de la mercadotecnia, pero después de leer la tercera entrega, tengo que confesar que estoy de acuerdo: All-Star Superman es muy buena. Claro que tengo que aclarar que lo que me llama la atención de la revista no es el hecho de que Superman tenga cáncer y le quede poco tiempo de vida, lo que me parece sobresaliente es que esta es la única versión del héroe que es una apología a su simpleza, a su falta de personalidad, en otras palabras, a una mente tan básica.
Para nadie es un secreto que los autores de esta mini-serie -que por esas cosas de la vida son oriundios de Glasgow- se las traen: Morrison es un monstruo tanto en su faceta meta-absurda (Animal Man, Doom Patrol, Arkham Asylum) como en su lado rete-comercial (Top 10 de Wizard); y por su parte, Quitely es el único dibujante del mainstream actual capaz de ponerle rollitos de grasa a la panza de una mutante y de alejarse del idealismo monótono de los superhéroes. De hecho, cada vez que se juntan los resultados son impresionantes: New X-Men, JLA: Terra 2, WE3, The Invisibles, por mencionar algunos. En este caso, el rótulo de clásico no se hizo esperar. Como pieza de arte secuencial, la comunicación entre los dos artistas es muy especial. La expresividad del trazo del dibujante se mezcla perfectamente con la capacidad de síntesis narrativa del escritor. Para la muestra basta con ver las tres portadas que han salido hasta ahora: son imágenes que desechan el tono grandilocuente de los superhéroes y se limitan a dar cuenta de acciones y relaciones de una forma menos dramática. No es fácil quitarle al mundo de Metrópolis el tono “épico-pop”, de hecho, la versión de Neil Adams del primer número es la antípoda del estilo de la dupla escocesa. Este es un hombre de acero que se la pasa mirando el horizonte, que está más preocupado por contemplar el mundo que por defenderlo. Sin duda, la forma como se está tratando la posibilidad de que el hombre de acero muera, concierne al espacio íntimo y personal del personaje. Y de ahí se desprende un conflicto de una naturaleza novedosa que muestra otra cara del héroe.
Grant Morrison es uno de esos guionistas que no repite, que exige un lector minucioso que a punta de detalles descifre la historia que se desenvuelve ante sus ojos. Prueba de ello son las claves que ha estado plantando a través de la revista y que seguramente irá desenredando a medida que se acerque el final. La última viñeta de la tercera entrega, es una invitación a adentrarse en los interrogantes que deja la historia, a desconfiar del desarrollo predecible de los acontecimientos. Un artículo de periódico que anuncia la muerte del kriptoniano escrito por Clark Kent, y un anuncio que hace trivial la acción heroica central de la revista, son motivaciones suficientes para comprar el cuarto número.
Si bien, los cómics se construyen a punta de giros inesperados, es importante destacar que el último kriptoniano ha estado actuando más como un adolescente mostrando su carro que como un adalid de la justicia. Aunque en Superman es muy común la estrategia de crear una situación en la que el héroe se comporta extrañamente para después explicar sus verdaderas motivaciones al final, este ojalá no sea el caso. Si Papá Noel estuviera leyendo esto, le pediría que All-Star Superman sea un historieta del corte de “Whatever happened to the man of tomorrow?” de Alan Moore, en la que el protagonista toma la opción más egoísta, en la que lo que prevalece es el bienestar individual del kriptoniano y no su capacidad de sacrificio. Ojalá esta no sea la historia de un mártir, ojalá sea la de un hombre.
Este no es el Superman mesiánico que vive torturado por la responsabilidad; es un héroe más parecido al Aquiles pataletudo del principio de la Ilíada. Es un hombre que frente a la posibilidad de morir sólo parece querer pasar un buen rato junto a la mujer que ama. Es un ser egoísta que ha vivido en un universo repetitivo y, en esa medida, infinito. Sin embargo, cuando llega el momento de enfrentar el final, responde con los sentimientos más básicos, de la forma más natural. Así, en algún momento, el hijo de Kriptón afirma que él es mucho más que Superman. Ojalá este siga siendo el caso y lo que describo acá no sea producto de mi imaginación.
Superman a lo León De Greiff, viendo fugarse los crepúsculos...
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