La muerte de Jim Aparo me tomó por sorpresa. Pero no porque su foto le diera la vuelta al mundo en las portadas de los periódicos más importantes o porque la comunidad secuencial del mundo se paralizara en torno a su figura. Las revistas especializadas no homenajearon su memoria con una serie de semblanzas escritas por la crema innata de los superhéroes norteamericanos y los editores no corrieron como coyotes hambrientos a renegociar los derechos de su obra antes de que la información “se filtrara”. No fue por nada de eso. De hecho, la noticia, más que fría, me llegó congelada en una nota pequeña de la edición de octubre del Comics Journal, meses después de su deceso. Para mí lo impactante de la carrera de Aparo no es una alta dosis de talento, sobre todo si se tiene en cuenta que empezó su carrera cuando Neil Adams era el manda-callar del comic-book y competir con semejante monstruo era básicamente imposible. En realidad, era más un dibujante formado a base de dedicación y de esfuerzo, de mucha transpiración. Si Pelé maravilló al mundo porque hacía que lo imposible pareciera fácil, Aparo sobresale por hacer lo contrario. Sin embargo, para los lectores de los años setenta, la figura de Aparo es determinante porque para muchos fue quien creó a su primer Batman.
Pero lo que realmente me dejó de una sola pieza fue recordar al hombre que durante años representó para mí y muchos amigos comiqueros uno de los interrogantes más grandes de todos los tiempos (léase de principios de los noventa): ¿por qué, entre todos los dibujantes del mundo, Jim Aparo fue el elegido para partirle la espalda a Batman? Lo más extraño es que también participó en la muerte de Jason Todd (Robin II) sin que su trabajo a finales de los ochenta y principios de los noventa sea muy bueno al punto de que en muchos pasajes parece un dibujante “cansado”, con la mano agotada. Claro que para ser justos, ninguna de las dos aventuras de Batman son dignas de recordación salvo por el hecho de que marcan un momento “importante” en la continuidad de Cuidad Gótica.
De la otra revista de Aparo que me acuerdo, esta sí con mucho cariño, es de una edición de Novaro de finales de los setenta que leí hace años. Un grupo de terroristas obligan al equipo creativo encargado del hombre murciélago, entre ellos, Aparo, a matar a Batman. Entonces, la historia oscila entre los acontecimientos que suceden dentro de la página de historietas y la realidad para armar una aventura bastante extraña y experimental que me encanta. La original resultó ser “The Brave and the Bold” # 124 de 1976. Aquí están la portada y la versión de Aparo según Aparo (es decir el autoretrato) de la revista.
Larga vida a Jim Aparo y que gracias.
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